Me llamo Belén Richarte, nací en Benidorm y soy periodista

 




Me llamo Belén Richarte, hace 53 años que nací en
Benidorm y hace 24 años que me licencié en Periodismo,
concretamente en Ciencias de la Información y, aunque mis
primeros pasos como becaria los dí en Valencia, ciudad donde
cursé mis estudios, todo mi trabajo lo he desarrollado
principalmente en el ámbito geográfico de la provincia de
Alicante, en la comarca de la Marina Baixa y en Benidorm. Llevo,
por tanto, contando historias, de todo tipo de temática en distintos
medios de comunicación: prensa, radio y televisión, la mitad de
mi vida y si volviera a nacer volvería a elegir esta maravillosa
profesión que, si me permiten, llevo en la sangre.

La verdad es que en mi carnet de identidad pone que nací
en Alicante y así fue, como muchos y muchas benidormenses
de la época. La razón no es otra sino que el hospital público de
la Marina Baixa no se inauguró hasta 1984, por lo que hasta
esa fecha las parturientas se tenían que desplazar hasta
Alicante a dar a luz e inscribirnos a los recién nacidos en el
registro civil de la capital de la provincia.


1970 fue el año de mi nacimiento. Por esas fechas
Benidorm ya estaba inmerso en pleno desarrollo turístico y
urbanístico, y mi jardín de juegos no era otro que la playa de
Levante, los chalets abandonados que aún existían en primera
línea y los espacios de recreo de edificios como Tor Maraya (mi
casa), Las Terrazas, Las Arenas, los desaparecidos Hotel
Madrid y Camping Hortet o los amplios y hermosos jardines de
los chalets Los Gemelos, propiedad de los marqueses de
Taurisano.

Desde bien pequeña tenía mi grupo de amigos y amigas
que vivían en los edificios antes citados. Éramos (somos) una
gran familia, a los que durante Semana Santa y verano había
que sumar los vástagos de las familias que, desde años atrás,
pasaban estas fechas en Benidorm: madrileños, vascos,
castellano-leoneses, catalanes, franceses, alemanes,..., quizá
por este motivo me cuesta tan poco relacionarme con gentes
de otras lenguas, culturas y nacionalidades.


Todavía recuerdo cómo esperábamos con ansia la llegada
del verano. El quitarte la ropa de invierno, calzarte las
chanclas, ponerte el bikini y una camiseta larga por llevar algo
puesto e irte directamente a bañarte y a jugar a la playa.
Recuerdo aquellos días cuando la mar estaba brava y con la
colchoneta intentábamos esperar lo máximo a la ola más alta
para que nos desplazara con su fuerza hacía la orilla.
Acabábamos cada uno por donde podía y, en muchas
ocasiones, nos recorríamos la playa entera, hasta el Torrejó o
el Hotel Nadal, a por la colchoneta que entre el aire, las olas y las corrientes había salido volando como alma que lleva el
diablo. Jajajaja.

Al atardecer sabor a sal marina, olor a jazmín y galán de
noche, las luces de neón de los diferentes, hoteles, cafeterías,
bares y restaurantes del barrio se encendían y a nosotros los
últimos rayos de luz nos iluminaba el camino a casa porque
había que ir al cine de verano, habíamos quedado para ir al
Bowbling o simplemente habíamos decidido pasear por
Benidorm y sus calles llenas de gente: de artistas u orquestas
actuando en muchos establecimientos en los que se podía
cenar o tomar una copa mientras se disfrutaba de un gran
espectáculo a pié de playa. Nosotros éramos niños e
intentábamos ver a estos artistas desde la misma acera de la
calle, empeño arduo difícil pues, por la estatura, los adultos
nos ganaban, aunque siempre encontrábamos un alma
caritativa que nos hacía un hueco.

 Los corros en la playa se sucedían de gentes venidas de
todos los puntos de España y Europa que sentadas sobre la
arena contemplaban ese atardecer siempre distinto al que
alguien que sabía tocar la guitarra, instrumento en mano, se
atrevía a acompañar al ocaso del día con canciones de la
época entre las que no podía faltar “Mediterráneo”, de Joan
Manuel Serrat.

Era un Benidorm al que ya algunos llamaban el Manhattan de
la Costa Blanca, pero sólo en la zona de Levante, pues la
Playa de Poniente y La Cala, así como todos los terrenos que
circunvalaban a ambos barrios, tardaron treinta años más en
desarrollarse urbanísticamente hasta configurar el actual e
inconfundible skyline de la ciudad de los rascacielos. 


En ese Benidorm en desarrollo crecí, inauguré, junto al
resto de alumnado de mi promoción el Complejo Escolar Salt
de l'Aigüa, concretamente curse la práctica totalidad de mis
estudios de primaria en el C.E.I.P “Gabriel Miró” y,
posteriormente, me matriculé para continuar la etapa de
secundaria en el I.P Pere Maria Orts i Bosch. De ahí allí
marché a cursar los estudios superiores al C.E.U San Pablo de
Valencia, en el que me licencié en Ciencias de la
Comunicación, en la especialidad de Periodismo. 

Era un Benidorm en el que en los inviernos se cerraban
los hoteles y los trabajadores de los mismos aislaban el interior
de los establecimientos con grandes sábanas blancas a modo
de muro de contención de los elementos atmosféricos,
principalmente del sol cuyos rayos penetraban a través de los
grandes cristales y fachadas pudiendo deteriorar los muebles,
así como los distintos elementos decorativos que tendrían que esperar hasta el inicio de la próxima temporada, sobre el mes
de marzo, para que las diestras manos del personal de
limpieza volviera a desempolvar y poner en funcionamiento
hasta el más mínimo detalle del gran engranaje que envuelve a
un hotel.


 
Era el Benidorm del paseo nocturno por el Paseo de Levante
-donde apenas te cruzabas con cuatro o cinco viandantes-,
hasta llegar a la Plaza del Torrejó o a La Palmera y quedar con
las amigas para salir el sábado por la noche y realizar una
jovial trayectoria por los bares y pub's del casco antiguo,
completamente distinto a los establecimientos que lo inundan
hoy en día, para luego, de nuevo, dejarse caer por la playa a
continuar la noche por los tres o cuatro pub's que abrían
durante el invierno en primera línea de la playa.

Después venían las Fiestas Patronales: Benidorm se
transformaba y se transforma como nunca: “més poble que
mai”, en las “penyes” nos conocíamos todos/-as, convivencia,
desayunos, “despertàs”, “mascletàs”, “picaetes”, copiosas
comidas, suculentas cenas, actuaciones, la Ofrenda a la “mare
de Dèu”, el “Desfile del Humor”, “Las Carrozas”, “els
correfòcs”,...; de nuevo olor a sal pero también a pólvora,... ¡ Y
todo gratis. así es Benidorm, sobre todo, generoso ! ¡ Para mí
una de las mejores épocas para visitar Benidorm, porque en
sus calles caminan, procesionan, corren, bailan, ríen...la
mayoría de sus habitantes !

¿ Y por qué cuento todo esto? Porque hoy, desde el muro
de Facebook de 8, La Marina Televisión, tengo el placer y el
gran honor de presentarles mi nueva sección Entre líneas con
Belén..., un lugar en el que me encontrarán cada sábado y
desde el que compartiré con todos ustedes las historias, los
relatos, las noticias, los personajes.... de los que ustedes,
como siempre, me hablen, y que como en anteriores ocasiones
en a lo largo de mi ya dilatada trayectoria profesional, espero
que sirva para verter luz sobre algunos episodios de la historia
de un Benidorm y de unos pueblos, los que componen la
comarca de la Marina Baixa, que tanto nos sigue aportando.

Recuerdo cuando escribí en este mismo muro de
Facebook de 8, La Marina Televisión mi último reportaje antes
del verano, en concreto era el sábado 23 de junio, titulado: “La
Comisión Tarario-Apolo XI, una hoguera que creó escuela”,
que una de las lectoras, en el citado muro, me pidió que por
favor, tras las vacaciones volviera a escribir mis reportajes y le
contesté: “¡ Qué no te quepa la menor duda !” Pues aquí estoy
de nuevo para endulzaros los cafés de los sábados, con Entre
líneas con Belén... 

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