“LOS GEMELOS”: UN EJEMPLO DE CÓMO SE HA IDO CONSTRUYENDO BENIDORM

    Si yo les hablase “Los Gemelos” a muchos y muchas de ustedes les sonaría el nombre de una saga de edificios por cuyo numero de torres de apartamentos ya no sé ni por cuál va. Si les hablo de los chalet “Los Gemelos”, las generaciones más jóvenes de lectores ni sabrán a lo que me estoy refiriendo, aunque ya les adelanto que fueron construidos por Alfonso Puchades que a la ola del primer turismo vacacional, se los vendió a los marqueses de Taurisano y éstos, posteriormente, a Construcciones Calpe S.A. Los chalets en primera línea de la Playa de Levante de Benidorm eran un oasis de tranquilidad, vegetación bien cuidada y bancales de naranjos y limoneros. Un complejo que Puchades vendió a los marqueses por un millón de pesetas y que los hermanos Ballester compraron a los marqueses por una cifra que rondaba los mil millones de pesetas. ¡ No está nada mal ! Ésta es la historia de “Los Gemelos”, como es parte de la historia de Benidorm, y así se la voy a contar.


     
Para contarles esta entrañable historia tengo que retrotraer mi memoria a mi más tierna infancia les podría describir que aquellos dos enormes chalets, erigidos a una manzana de mi casa, de dos alturas y planta de vagón, muy al uso en la arquitectura de la época, con una enorme entrada cuadrada acristalada quedaba al salón en desde el que se podía ver, con precisión, en la pared del fondo de esta estancia dos peces espada de gran tamaño (uno en cada chalet), sillones blancos perfectamente colocados, dos pianos de cola y una escalera de semi caracol que ascendía al piso de arriba, donde estaban las habitaciones nobles y, junto a la escalera, otra puerta conducía a otro espacioso salón, todo ello envuelto en el vaivén de unas ligeras y largas cortinas blancas mecidas por la brisa que corre a orillas del Mediterráneo.

    Ambos chalets estaban rodeados de hermosos y cuidados jardines, con el césped bien recortado, en los que destacaban los dibujos florales realizados de margaritas y campanillas azules y amarillas y un laberinto de seto perfectamente recortado. Junto a estos cuatro construcciones más: las cocheras, dos especies de zaguanes (en los que almacenar la cosecha), una zona de sombra de altos y robustos pinos, donde se guarecían los perros guardianes, y la modesta pero acogedora casa de los guardeses.


    Al amplísimo complejo se accedía por la puerta principal flanqueada 
por dos amplias puertas de enrejado verde, igual que el que bordeaba todo el amplio complejo, a través una senda empedrada sobre la que se erigía una gran arcada. Los dos chalets eran iguales, distribuidos de la misma manera; a la planta de abajo se accedía por la entrada principal, cada uno de ellos con su correspondiente porche, cómodos sillones y una mesita tras el que se abrían los grandes ventanales.

    Para entrar a la parte de atrás había que subir tres o cuatro escalones tras los que se abría un largo pasillo: a su derecha estaban las habitaciones de las criadas (como se las llamaba en la época) y su mobiliario consistía en una pequeña cama, una mesita, una ventana y un pequeño armario *1*, “aunque no sé exactamente cuántas habitaciones había pero bastantes por lo menos cinco seis y un baño; y, luego, en la parte derecha, todo era cocina, todo era una cocina inmensa, grandísima, enorme. ¡ Bueno ahí había de todo, hasta lavavajillas. No te puedes imaginar para aquel entonces lo que suponía: era el último grito! Al fondo estaba el comedor, un comedor enorme con un ventanal inmenso que era el que daba acceso a la puerta principal y al porche. Comedor rococó también muy de la época y las impresionantes escaleras de semi caracol por las que se subía a la parte de arriba, a la que sólo podían acceder determinados miembros del personal de servicio como las doncellas y el mayordomo, un negro llamado Basilio.



    La empedrada calle principal por la que se accedía al complejo acababa su trayecto en una plazoleta grande con un garaje abierto a mano derecha y otro cerrado a la izquierda. “Junto éste último estaba nuestra casita, la cual, además, servía para separa la plazoleta de los pinos, un pequeño pinar con un sillón-balancín que se sacaba en verano, y unos columpios para niños. Al pinar lo bordeaba un muro blanco con unas macetas de cuadros muy particulares, blancos y negros, figuras de deidades griegas y réplicas de esculturas como, por ejemplo, la Venus de Milo. Detrás de esta zona se encontraba los enormes y cuidados jardines. Un laberinto de jardines donde se abría paso el jazmín, las margaritas, los rosales, los geranios, de variedad de colores,...”

    En la parte derecha de los chalet se hallaba un grandioso césped dividido en dos partes: en una se encontraba una pitera grande rodeada de flores y en la otra zona, justo en mitad del césped, descansaba anclada una enorme ancla, de esas que debía haber pertenecido a un gran buque, un poco más alejado de ésta se alzaba un árbol de flores, que semejaba una margarita, otro objeto decorativo del conjunto era un caballo tallado sobre un tronco. Todo ello coronado por la gran pérgola realizada con piedras extraídas de la llosa de Levante, perfectamente cinceladas para que encajaran como ladrillos y dieran forma a esta edificación que se erigía sobre troncos de árboles y se guarecía del sol o la lluvia por un compacto entresijo de chamizo. Cuando llegaban los marqueses con invitados, además, se dejaban caer las esterillas de varillas tras una velada veraniega que alargaban, tras una copiosa cena, y la pérgola se preparaba para lo que la noche deparara siempre discreta y ajena a las miradas de los curiosos viandantes.



    Debajo de la pérgola estaba la zona donde dormían los chóferes y los hombres del servicio de la casa. Antes de entrar a las estas habitaciones. en el pasillo de acceso se guardaba la fruta como las verduras y las naranjas y limones que se cosechaban en los dos amplios bancales de la parte trasera del complejo que llegaba a la avenida del Mediterráneo. Y muy próximo a las habitaciones de los hombres y a la entrada trasera de los chalets se instaló la caldera de carbón de la que salían una serie de conductos que calentaban todas las instancias de ambas viviendas.

    La parte destinada a huerto estaba justo detrás césped del que lo separaba una enorme pared de dos metros por la que trepaban unas enredaderas llamadas boca de Caballito de las que brotaba una pequeña flor blanca. Había que subir un escalón para acceder al pasillo que recorría los bacales, todo inmaculadamente limpio, que estaban divididos en dos pero que en ambos se cultivaba lo mismo porque había plantados no sé cuantísimos naranjos y algún que otro limonero, tras ellos una enorme puerta que daba a la Avenida Mediterráneo, que sólo se abría cuando venían los camiones a llevarse la fruta perfectamente dispuesta en sus respectivas cajas y directamente embalada para ser transportada a Madrid, fruta a la que sólo tenían acceso los paladares más exquisitos de la época”. 



    Se comentaba en el barrio que los marqueses tenían muy buena relación con Franco y con su mujer y que la primera caja de naranjas que salía del huerto de “Los Gemelos” iba directamente al Pardo porque Doña Carmen decía que como el dulce sabor de esas naranjas no había otro.

    Sigo la descripción. Dentro de esto este complejo, frente al pinar y al lado de la cochera cerrada se situaba la casita de los guardeses, muy sencillita: constaba de dos habitaciones, comedor, una alargada cocina con despensa y un baño que durante muchos años estuvo fuera de la vivienda, en el patio interior de que ésta disponía ésta, posteriormente esa zona se modificó y el baño quedó incluido dentro de la casa. El patio servía, entre otras cosas, para tender la ropa y, en verano, tras las duras jornadas de trabajo, mucha de la servidumbre se reunía en ese pequeño patio exterior donde lo pasaban de maravilla, lo sé de buena tinta.





    En “Los Gemelos” pasamos una infancia muy bonita, lo pasamos muy bien porque teníamos la playa en frente el primer baño del verano lo esperábamos con ansia, jugamos en la arena a cualquier hora, por la noche a mediodía, a la hora que nos diera la gana. ¡ Estábamos súper felices. fue una infancia muy, muy, muy bonita ! (Esta es una afirmación que me han realizado literalmente los hijos e hijas de todos los guardeses que trabajaron en “Los Gemelos”).

            ¿ Por qué “Los Gemelos” ? *2*

    El catedrático Alfonso Puchades nació en 1942 en la calle Serrano de Valencia, donde transcurrió su juventud, hasta que marchó a Madrid a cursar la carrera de Medicina. No obstante, nos comentaba su estrecha vinculación con Benidorm “porque siempre venía en vacaciones, ya fuese en verano, Semana Santa o Navidad, porque mi madre y todos sus antepasados eran de Benidorm”. Tras estudiar el Bachillerato en el Colegio del Pilar y el pre universitario en el Instituto Luis Vives de Valencia, decide matricularse en Medicina porque “mi tío, el hermano de mi madre Francisco Orts Llorca, era catedrático de Anatomía de Madrid y, como quiera que no tenía hijos, quiso que me fuese a estudiar Medicina y allí hice toda la carrera”. Alfonso tiene un hermano gemelo Paco y de ahí el nombre del chalet “Los Gemelos” en la Playa de Levante, que su padre construyó en la década de los 40. Su abuelo, Jaime Orts García de Fresno fue un ilustre marino que, según nos contó, nació en Santander “porque su madre era de Santander, pero su padre era de Benidorm”. Tenía una goleta de nombre “La Goleta”, que hacía travesías a América y que heredó de su padre, mi tatarabuelo Francisco Orts Lloret. Le puso el nombre de “La Lloreta” su madre, porque el apellido de su madre era Lloret y de ahí que se conociese a sus descendientes como “les Lloretes”, como un chalet y un parque del mismo nombre que se inauguró en 1953”.












    En 1964 Alfonso Puchades  les vendió “Los Gemelos” a los marqueses de Taurisano, dueños de la compañía de decesos Ocaso, quienes emprendieron una vasta reforma hasta conseguir un cómodo rincón en el Mediterráneo en el que pasar los meses más fuertes de la canícula estival. Según Mª José Balaguer Puchades *3* su abuelo le vendió los chalets a los marqueses por un millón de las antiguas pesetas, a mediados de los años ochenta la empresa Construcciones Calpe S.A, de los hermanos Andrés y Enrique Ballester de Valencia quienes se los compraron a éstos por alrededor de mil millones de pesetas. En ese momento fue el terreno más caro que se había pagado en Benidorm por un solar. A cambio, los constructores erigieron un edificio de viviendas de lujo de 23 plantas, con 120 pisos de diferentes tamaños, equipados hasta el último detalle, garaje interior y exterior, pista de tenis, piscina, conserjes y 17 locales comerciales que lo circunvalan. Esa torre, “Los Gemelos I”, le trajo suerte a los hermanos Ballester porque en la actualidad hay repartidos a lo largo y ancho de Benidorm numerosos edificios “Los Gemelos”, tantos que ya no recuerdo ni por qué número van.

            Los Marqueses de Taurisano

    Los marqueses de Taurisano ha sido siempre una familia muy discreta, aunque su llegada al barrio, con tanto coche de los que antiguamente pillaba media carretera y su séquito, siempre levantaba gran expectación en la barriada. En Madrid vivían en un palacete cerca de Nuevos Ministerios. Un palacete con frondoso jardín de la calle Modesto Lafuente, rodeado de altos edificios y protegido por una tapia, cámaras infrarrojas y personal de seguridad que se cuida mucho de que nadie haga fotos (la foto que preside esta entrada es la única que encontraréis en internet del palacio).

    No es nada conocido… y no es casualidad. De hecho, si intentas verlo a través de Google Street View *4* verás solamente un gran borrón, ya que está censurado.
     ¿Y por qué tanto secretismo? Pues al parecer el edificio fue encargado por el Marqués de Taurisano al arquitecto Jesús Carrasco-Muñoz y Encina, uno de los más importantes arquitectos de Madrid, muy desconocido en la actualidad. Su amplia carrera constituye un reflejo del desarrollo arquitectónico de Madrid de la aquella época: tradicional y moderno a la vez. Autor de edificios tan singulares como el Hotel Victoria en la plaza de Santa Ana, la basílica de Jesús de Medinaceli o la estación eléctrica del Mediodía, recuperada e integrada como sede en Madrid de Caixaforum.

    Terminado en 1927, en la web del colegio de arquitectos *5* la definen como «a medio camino entre el neoplateresco y el pintoresquismo regionalista». Está construido en ladrillo con aleros de madera y cubierta de teja vidriada. Curiosamente en los planos originales estaba planteada al revés, con la torre en la parte derecha.
    El secretismo parece estar en que el palacete sigue siendo la residencia de Isabel Castelo la Marquesa viuda, dueña de una de las más importantes compañías de seguros de decesos: Ocaso. Esta señora, que fue cantante de lírica en su juventud y que tuvo que dejarlo porque a su marido no le gustaba, disfruta discretamente de una de las mayores fortunas del país. Como curiosidad en varios sitios he leído referencias hacia su familia como “los más ricos del cementerio”.

    Esta empresa tiene su sede en la calle Princesa, frente al palacio de Liria, residencia en Madrid de los duques de Alba, con quien no debe hacer buenas migas, ya que se le atribuye a la Marquesa la frase: “Ellos tienen más títulos, pero el dinero está en esta acera”.



    La última aparición pública de la marquesa y empresaria Isabel Castelo d'Ortega, de 94 años de edad, fue en la boda de su nieto y heredero Ángel Colón de Mandaluniz, duque de la Vega, con María Ybarra O'Neill, el pasado 27 de junio de 2023, tal y como atestigua la revista Hola
*6*

            Discreción absoluta *7*

    Concedido por Felipe III, como Ducado en Nápoles, el 26 de septiembre de 1607 a D. Francisco de Castro Rojas y Sandoval, Caballero de Santiago. El 5 de mayo de 1979 se expidió Real carta de sucesión a favor de Doña Isabel Elena de Mandaluniz y Castelo, casada con Don Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosabel, Duque de Veragua.

    Isabel Elena de Mandalúniz y Castedo d'Ortega, Marquesa de Taurisano, 1954. Es decir, la marquesa compró el título.

    El pasado viernes 16 de junio, Isabel Castelo D’Ortega hizo su última aparición pública, rodeada de personalidades del mundo empresarial y miembros de la realeza, en un día inolvidable, la boda de su nieto Ángel Colón de Mandaluniz, duque de la Vega, con María Ybarra O’Neill. Su nombre no es muy conocido para el gran público, puesto que siempre ha apostado por la discreción.

Sin embargo, ella es una de las grandes empresarias de nuestro país y figura entre las mujeres más ricas de España.

    Nacida en La Coruña en 1929, a sus 94 años es la dueña y presidenta de Seguros Ocaso, compañía que fundó en Vigo su abuelo, Ramón D’Ortega, en la que luego continuó su padre y más tarde pasó a sus manos. Siguiendo la tradición, Isabel ha dirigido el timón de la empresa en familia y a día de hoy, su hija, Isabel Elena de Mandaluniz, es la vicepresidenta. Además, tiene el título nobiliario de marquesa de Taurisano.

    Ella es la segunda gallega más rica de España, por detrás de Sandra Ortega, hija de Amancio Ortega, fundador de Inditex, con una fortuna familiar estimada en 400 millones de euros. Reside en Madrid, en un palacete del barrio de Chamberí, en la calle Modesto Lafuente, y vive entre la capital y su Galicia natal.

    A pesar de haber dedicado su vida al mundo de la empresa y dirigir su aseguradora, en la que trabajan más de 2.000 empleados, su gran pasión eran la ópera y la zarzuela, y comenzó una carrera como intérprete, que pronto terminó, ya que, como apuntan, su difunto marido, el marqués de Taurisano, prefería que abandonara ese mundo, que ella terminó dejando por amor.

    Uno de los golpes más difíciles que atravesaron en su familia fue el terrible asesinato, en 1986, de su consuegro, el vicealmirante Cristóbal Colón de Carvajal y Maroto, quien fue víctima de un atentado de ETA en el barrio de El Viso. Su hija, está casada con Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosabel, quien heredó los títulos nobiliarios de su padre, como el de duque de Veragua.

    Ahora, lleva una vida tranquila, sigue siendo presidenta de la aseguradora, aunque ya no está en el día a día de la empresa como antes. Sus apariciones en eventos son contadas, como la boda de su nieto, que no quiso perderse y disfrutó rodeada de su familia y amigos.

    Castelo Cortés, Santiago. La Coruña, 23.VII.1903 -Madrid, 18.VI.1986. Empresario del sector asegurador.

    Fue el impulsor de la compañía de seguros Ocaso, constituida por Ramón d’Ortega Hervella y Abelardo Argüelles en Vigo en 1920. En 1932, Santiago Castelo contrajo matrimonio con Concepción d’Ortega López, única hija de Ramón d’Ortega, y se incorporó al Consejo de Administración de la entidad. Cuatro años más tarde, el otro socio fundador de la compañía, Abelardo Argüelles, vendió su participación de la compañía Ocaso, que quedó en manos de la familia d’Ortega. En ella, Santiago Castelo ocupó el cargo de consejero delegado (1936-1952) y presidente del Consejo de Administración (1952-1971).

    Durante estos períodos de actividad convirtió una pequeña compañía de seguros especializada en el ramo de decesos y con una escala reducida en el grupo empresarial Ocaso. Las bases de su crecimiento fueron: un aumento del capital social que permitió mantener la propiedad en manos de la familia, la diversificación hacia otros ramos del seguro y la expansión territorial hasta alcanzar una actividad a escala nacional.

    Santiago Castelo Cortés fundó sociedades financieras que ofrecieron servicios complementarios a las ofertadas por Ocaso. En 1948 creó Culmen, compañía de capitalización de la que fue presidente hasta la década de 1970. En 1957 constituyó Cartera de Valores para la adquisición y enajenación de valores inmobiliarios. Durante su gestión, Ocaso asumió el control de otras pequeñas aseguradoras como Aseguradora Universal y Eterna.




    La actividad empresarial de Santiago Castelo abarcó otros negocios. Fue vicepresidente del Banco General de la Industria y el Comercio, de la que era presidente su amigo Nicomedes García Gómez. Ambos cofundaron en 1959 la empresa Destilerías y Crianza de (DYC), en la que Castelo ocupó el cargo de consejero y vicepresidente. En 1971 dio el relevo en la presidencia del grupo a su yerno, Ángel de Mandalúniz y Uriarte, casado con su única hija, Isabel Castelo d’Ortega. Sin embargo, su temprana muerte en 1978 le obligó a ocupar el cargo hasta 1981, año en el que lo sustituyó su hija. En 1961 fue galardonado con la medalla de plata con palmas al mérito en el seguro de 1.ª clase.

            ¿Sabías qué...?

    Los primeros guardeses de “Los Gemelos” fueron Carmen Berenguer Aznar y Diego Pérez Antón ya fallecidos, posteriormente abrieron las puertas del Hotel Melina. A ellos les siguieron los callosinos José Mayor García, fallecido hace poco más de un mes, y su esposa Vicenta Fuster Pérez. Tras su marcha llegaron los villeneros Ginés Hernández Martínez, que, además, estuvo de vigilante mientras se construía el edificio y después de conserje cuando se inauguraron “Los Gemelos I”, también fallecido, y su mujer Adelina Hernández Giménez. 

    A todas ellas y ellos dedico el artículo de hoy porque no sólo fueron felices en mi barrio, en el que se trabajaba mucho, casi igual que se cantaba, se bailaba y se reía. Ellos y ellas recuerdan esos años como de los más felices de sus vidas y yo le doy gracias al cielo porque hayan sido y sean parte de mi vida. Sin ellos, no hubiera podido realizar este reportaje. 

            Fuentes 

Raquel y Maruja Mayor Fuster. *1*

Carmen y Rosa Pérez Berenguer.

Cristina y Ana Hernández Hernández.

Gent de Benidorm, Vicente Fuster. *2*

Mª José Balaguer Puchades. *3*

Google Street View verás solamente un gran borrón, ya que está censurado. *4*

Web Colegio Arquitectos de Madrid. *5*

Revista Hola. *6*

Información facilitada por el grupo Ocaso *7*.

Francisco Sánchez Navarro ( Paco “Canisio”). 

Paco Bou.


    Nota de autora:

    A pesar de todas las fuentes consultadas, me ha sido imposible encontrar una fotografía que abarcara todo el complejo de "Los Gemelos" de la época de los marqueses, por ello las imágenes las he puesto por orden cronológico y son del archivo personal de las familias allí residentes, así como de otros colaboradores de este reportaje.






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